jueves, 11 de septiembre de 2014

pablo...iglesias

... de Carolina Marín, claro.


El triunfo de Carolina nos cogió tan desprevenidos que no teníamos un volante para practicar el badminton y no  recordabamos si también sería correcto  escribir badmington  con una g intercalada, cosa que ni siquiera ocurre en inglés que es la lengua del pais que nos enseñó este deporte, aunque su origen sea asiático. Son pruebas de la importancia del triunfo de Carolina.
Como mi tienda de deportes favorita también estaba desprevenida y "no trabajaba" los volantes tuvimos que hacer uno reciclando el tapón de una botella de sidra asturiana clavándole unas cuantas plumas de gallina tal como se hacían los volantes en los tiempos de mi infancia..
Así pudimos practicar en la terraza, este juego que cuando yo era pequeño te lo traían los Reyes Magos. En realidad te traían un kit formado por una raqueta de mango larguísimo y un volante hecho con plumas de gallina para jugar solo, que no proporcionaba ninguna emoción especial y enseguida quedaba arrinconado...


En el siglo XIX lo jugaban las damiselas sin red y el objetivo era mantener el volante volando - y valga la redundancia -  el máximo tiempo posible.

En un grabado francés de principios del siglo XIX se pueden apreciar los vestidos que usaban las señoras para jugar al badminton desde luego muy mal, hasta que llegó Carolina con ropa mucho más apropiada y venció a los campeones naturales de este antiquísimo deporte.  

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