domingo, 23 de diciembre de 2012

XII.- Uno: ALGUNAS GUARNICIONES.

PERDICES.

Mi amigo Antonio, antes de ser un hombre de mundo, cosmopolita, un gourmet entendido en gastronomías locales y regionales de España, e internacionales de Europa, buen catador de vinos, políglota gran conversador y sobre todo contador de cuentos e ingeniosos chistes de sobremesa, llegó un buen dia e Agosto a Cartagena,  a nuestra Cartagena, a la Cartagena de España, a la Peñica, inexperto y recién casado, "in albis" de lo que era la gastronomía murciana y estrenando clima local, se fue a comer con su mujer a uno de los muchos bares y restaurantes que hay en cualquier picoesquina detrás del Ayuntamiento, donde la Calle Mayor se abre al mar.
Perdices cartageneras.
Después de estudiar la carta detenidamente, pidió "unos michirones" (que él creyó "chipirones") y "unas perdices", todo para dos y a buen precio según la carta, con vino de la Región, que él mismo escogió, de Jumilla, y  una botella grande de agua mineral sin gas, porque el calor podría deshidratar adoquines. 
El servicio fue rápido y ante  los ojos de Antonio y su mujer,  pusieron dos platos de una especie de fabada con chorizo y unos cogollos de lechuga. La mujer de Antonio comentó que eran muy amables al ponerles aquellos entrantes, seguramente obsequio de la casa, le parecieron bien los cogollos de lechuga partidos, para guarnición de las perdices, pero encontró el vino algo cabezón para la época y para el menú que habían escogido. Cosas de la inexperiencia. 
 - ¿Quieren algo más los señores? - preguntó amablemente el Camarero - mientras les llenaba las copas con el jumilla que quedaba en la botella que habían pedido...
 -  Pues traiga mas agua, y pediremos algún helado - contestó Antonio algo impaciente y con la lengua estropajosa a causa del jumilla- pero después de que nos traigan los chipirones y las perdices...
 -   Los  michirones y las perdices ya se los han comido - contestó algo socarrón el camarero, que casualmente era del barrio de Quitapellejos..
 -   ¿?¿?¿?¿?¿?¿?
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Unos días más tarde, Antonio me juraba al estilo "o´haraenloqueevientosellevó",  que nunca jamás volvería meter la pata de aquella forma, que iba a profundizar en asuntos gastronómicos del mundo entero, como lacón con grelos, arroz al caldero y bacalao al pil-pil  y en términos como txangurro, kokotxas, butifarra, perrusalda y fricandó, y que dominaría el gulash, el sushi , los frijoles, el chucrut, el strogonoff y las enchiladas, que jamas confundiría los michirones con la fabada asturiana y sobre todo que aprendería todo todo sobre vinos y que nunca jamás volvería a pedir un jumilla para acompañar unas perdices un  semejante día de Agosto en la Peñica.  

Pasados unos años Antonio me contó que en Francia la tortilla francesa de aquí no era la tortilla "francesa" de allí y que en Rusia también había ensaladilla rusa  pero se llamaba de otra forma. Iba progresando adecuadamente.
   

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